Tujuayliya Gea Zamora es la primera médica wichi de Salta. Su nombre significa en lengua castellana significa “La que vence”. “Tremendo mandato”, dice a Tiempo Argentino, entre risas y a través del teléfono. Encabeza la lista como candidata a diputada para las elecciones provinciales del 11 de mayo por el partido de la Felicidad, que fundó Octorina Zamora, su mamá y una de las referentas más importantes de la comunidad wichi de Salta.

En la provincia con mayor diversidad cultural del país, por primera vez sucede que una mujer wichi se postula para un lugar en la Legislatura. Tujuay nació en Santa Victoria Este y a pesar de ser mestiza, se reconoce como identidad wichi. Creció en las tierras wichi y vivió en comunidad indígena. Absorbió saberes y estudios de su papá, un docente que tenía en su formación política dos vertientes, la peronista y la comunista (heredada de un tío) y de su mamá el amor por el territorio.

Durante su infancia Tujuay vio cómo Octorina se ocupaba de recorrer la comunidad gestionando el Plan Alimentario Nacional (PAN) durante los primeros años de la democracia alfonsinista. También recuerda que en esos años crearon un partido de personas indígenas y también que fundaron una radio y un periódico que ella repartía junto a su hermano. Se formó como médica en Cuba, trabajó en Venezuela y a su regreso, en 2016 también recorrió trabajando hospitales de la provincia de Buenos Aires. Finalmente, en 2020 pudo volver a Embarcación, donde nació su mamá y adonde siempre quiso regresar.

Resalta que Octorina Zamora no tuvo jamás una filiación política, aunque, en 2021 se integró al Partido Felicidad dentro del peronismo porque vio la gestión de las políticas públicas en los años del kirchnerismo y entendió que era por ese lado. Tal como lo planteaba su madre, ella afirma que su identidad política es indígena, por sobre cualquier partido.

–Venís con un trabajo social profundo y ahora apuntás la vida política, ¿por qué ese paso?

–Somos personas que crecimos en la militancia social, pero ya en los años del kirchnerismo, cuando hubo un cambio (yo de hecho no estaba en la Argentina) donde se empieza a ver con más claridad el valor de pensar la política pública y pensar también la participación política. Es decir, lo que genera tener un poder real, y no ser solamente las personas que hacen demandas constantes sino también tener la posibilidad de ser nosotros quienes participemos de las estructuras. Sobre todo, de la ejecución de políticas públicas o la planificación de política pública, participar activamente de eso. Entendimos que no es tan fácil que se requiere, militancia, que requiere organización, que requiere competencias en elecciones y que ese espacio no te lo regala nadie, ni el más progre. En ese marco, es que en 2021 Octorina se mete como candidata a diputada nacional por el Partido Felicidad, que fue el espacio donde ella consideró que podía ir. Mi mamá se muere en 2022 y decidimos continuar en esa estructura. Si bien ahora el partido Felicidad nos brinda su espacio y estamos muy agradecidos, en el futuro quisiéramos tener nuestro propio partido. Nuestra propia forma de participación y que los espacios sean íntegramente conformados por personas indígenas e incluir a la gente que convive con un indígena en el territorio, que es criollo empobrecido y que tampoco tiene participación política. Es momento de empoderarnos, de presentarnos a hablar con nuestra propia voz, representarnos a nosotros mismos.

–¿Cómo impacta el racismo a la hora de votar?

-Vivimos en un departamento (Gral San Martín) que tiene una gran población indígena y la mayor cantidad de representantes políticos no son indígenas. Nosotros notamos es que puede llegar a haber algún prejuicio a la hora de elegir el voto. Pero hay algo muy particular de la época que se viene generando con los años, y es que en cuanto se empezaron a implementar políticas públicas que de alguna manera beneficiaban o acompañaban a las personas indígenas se empezó a generar un runrun social de que ahora los indios tienen más derecho que los blancos. Cuando hay un mínimo beneficio, nos tratan como usurpadores del derecho. No tienen en cuenta que somos del pueblo que más muertos ponemos en el norte. Fallecen nuestros niños indígenas todos los años y a veces lo visibilizan cuando les conviene. Pero muchas muertes se callan, no se investigan causas, no se hace nada en el territorio. La mayor parte de las personas indígenas no tienen un trabajo formal ni recorridos laborales y después los acusan de «indios vagos». Nadie identifica eso como producto del racismo estructural, porque la política pública está encaminada a no tener en cuenta al indígena a la hora de generar acceso a derecho

-¿Qué aportó el feminismo a la vida política y social de los pueblos indígenas?

–Hay un proceso de visibilización de las mujeres. Octorina fue la primera mujer visible indígena de Salta de ese Norte que nadie conocía, que es la triple frontera. Después, en los últimos años, viene ese proceso más reivindicativo de la presencia de la mujer, y de la importancia de la participación política de las mujeres. Pero nuestra principal identidad es indígena, después somos feministas. Y la realidad es que ha habido cierto «maternalismo» a la hora de acompañar las referencias de mujeres indígenas. Pero hubo grandes aportes en muchos sentidos, sobre todo, en que muchas mujeres puedan entender la importancia de su rol en la sociedad y en la comunidad, algo que existía antes del auge del feminismo. La presencia del feminismo permitió resurgir esa reflexión de que cuando se representa el territorio, las organizaciones que más fuerza tienen son las de mujeres.