El delantero colombiano es una leyenda del América de Cali y la Selección. Sus vínculos con los hermanos Rodríguez Orejuela, rivales de Pablo Escobar.
Francisco Maturana no necesitó hacer cambios aquel día. Mientras la hinchada argentina hacía sonar el apellido Maradona como grito de guerra y los goles colombianos caían en cascada, Anthony De Ávila disfrutaba desde el banco de suplentes el 5-0 histórico que dejó huellas en ambas selecciones. El Pitufo jugaría luego dos partidos del fatídico Mundial de Estados Unidos 1994 y la misma cantidad, cuatro años más tarde, en la Copa del Mundo de Francia, ya en el epílogo de su carrera.
Su historia está marcada por los goles y por la camiseta del América de Cali. Una búsqueda sencilla en Internet ofrecerá preguntas sobre “cuánto mide el Pitufo Ávila”, recordará el día en que le dedicó un gol a los capos del cartel de Cali y ahora también escarbará sobre las causas que lo pueden llevar 12 años a la cárcel.
A los 58 años, el exdelantero nacido en Santa Marta fue arrestado en un control policial en Piazza Enrico De Nicola, en Porta Capuana, en el corazón de Nápoles. Allí le informaron que tenía vigente una orden de captura desde 2004 por tráfico y producción de drogas. Y quedó detenido.
Anthony De Avila celebra un gol con la camiseta del América de Cali frente a River en la final de ida por la Copa Libertadores de 1996. Foto: AP
“Me siento contento. Este triunfo se lo quiero dedicar a dos personas que están privadas de la libertad, siento que no hay necesidad de dar nombres, con mucha humildad, que son Gilberto y Miguel”.
Los nexos entre el fútbol y los capos de los carteles, tanto de Cali como de Medellín, eran evidentes en los años 90. Y si cabía alguna duda, fue el propio De Ávila quien la zanjó luego de marcar el gol del triunfo de la selección Colombia 1-0 ante Ecuador en junio de 1997, rumbo al Mundial de Francia.
Los destinatarios del saludo eran los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, capos del cartel de Cali, quienes habían sido capturados por las autoridades colombianas en medio del escándalo por el Proceso 8.000, como se denominó a una profunda investigación judicial contra el entonces presidente de Colombia, Ernesto Samper, acusado de recibir financiación del narcotráfico para su campaña presidencial.
Los hermanos Orejuela, rivales de territorio y negocios con Pablo Escobar (líder del cartel de Medellín) actualmente cumplen su condena en Estados Unidos tras ser extraditados.
Pero antes de eso fueron los dueños del América de Cali, club en el que el Pitufo brilló entre 1982 y 1996, convirtiéndose en el máximo goleador histórico del club con 206 tantos y en uno de los más ganadores con siete títulos locales. Allí compartió plantel con dos argentinos que marcaron también esa época dorada del club: Julio Falcioni y Ricardo Gareca, con la espina de no haberse podido consagrar en la Copa Libertadores.
Contra Boca en un amistoso jugado en Bogotá en 1998, Anthony De Ávila frente a Aníbal Mattellán. Foto AFP
En este ítem, De Ávila guarda un récord. Si bien marcó 29 goles en el torneo de clubes más importante del continente y logró ser el máximo anotador en la Libertadores de 1996 que ganó River (hizo el gol del 1-0 de los colombianos en la ida de la final), es el jugador con más finales perdidas: disputó las de 1985, 1986, 1987 y 1996 con América de Cali y 1998 con el Barcelona de Ecuador, pero nunca pudo ser campeón.
Otras particularidades guarda la carrera del Pitufo. Su devoción al catolicismo lo hizo tapar el Diablo que simboliza el escudo del equipo escarlata. Fue el primero en hacerlo, le ponía una cinta blanca encima, y luego varios imitaron su postura al creer que la figura iba en contra de sus principios religiosos.
Por otro lado, sigue siendo el máximo goleador del llamado Clásico Valleucano (América vs Deportivo Cali) con 19 tantos.
Tuvo un breve paso por Argentina, en la temporada 89/90: con la camiseta de Unión de Santa Fe, jugó 33 partidos y metió 7 goles. También fue un pionero en la liga estadounidense, con 34 encuentros y 17 tantos en el Metro Stars, en el 96/97. Los botines los colgó a los 37 años en Ecuador, donde dejó un grato recuerdo de dos años y 28 goles en 64 partidos con el Barcelona de Guayaquil.
En paralelo a su recorrido deportivo, que incluye también 54 partidos con la camiseta de la selección Colombia, 13 goles y los cuatro ingresos en las Copas del Mundo, el Pitufo presenta un prontuario de larga data.
En 2001, dos años después del retiro del fútbol, fue la primera vez que su nombre quedó involucrado en una causa policial. Fue acusado de participar en el tráfico ilegal de drogas en Nápoles y Génova y pasó algunos días en la cárcel, aunque luego fue liberado por falta de pruebas.
En 2004, esas pruebas finalmente aparecieron y la Justicia italiana reinició una búsqueda que concretó casi 17 años después en las calles napolitanas.
Según informó el diario italiano Il Mattino, el nombre de De Ávila aparecía en los registros de un grupo de narcotráfico que importaba grandes cantidades de droga en Países Bajos.
De Ávila en acción con la camiseta de Colombia, ante Bolivia en las Eliminatorias rumbo a Francia 98. Foto REUTERS
El periódico napolitano agrega que la Policía le seguía la pista desde hace unos días, ya que había sido visto junto a dos traficantes de la región que habían sido procesados hace más de 20 años.
Ese encuentro, estima la Policía, “debió haber servido para remendar la red de contactos que tenía el colombiano con algunos narcos internacionales que tienen una base operativa en Países Bajos”.
De Ávila será imputado por el delito de tráfico internacional de drogas, lo que implica una condena posible a 12 años de prisión.
La periodista italiana Marina Granziera, desde el lugar de los hechos, contó a medios colombianos que el Pitufo fue encontrado el lunes por la tarde cuando salía de un café en el centro de la ciudad.
El Pitufo, con la 7, abajo a la derecha, en la en un amistoso entre Colombia y Bélgica en la previa del Mundial 98. Foto: REUTERS
Llevaba puesta la camiseta del América de Cali y “trató de explicar su estadía en el país diciendo que solo era un turista“.
“Señaló que le gustaba mucho Italia, pero la Policía sabía exactamente de quién se trataba y que era una persona que estaba siendo buscada por la justicia”, agregó Grimaldi.