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Diabetes: el oscuro pronóstico sobre una enfermedad que afecta a gente cada vez más joven

Se calcula que 1,5 millón de argentinos tiene diabetes. Pero esa cifra puede crecer exponencialmente por dos motivos clave.

En la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (realizada en 2018 y difundida en 2019) el 12,7% de los argentinos reportó diabetes o glucemia elevada. Ese indicador creció significativamente de la edición anterior, cuando había sido del 9,8%. Y las proyecciones estiman que los números van a seguir creciendo.

La diabetes es una enfermedad seria, porque es uno de los principales factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular. Es un problema global: se calcula que casi el 9% de la población mundial, 425 millones de personas, es diabética. Hace sólo 20 años, ese porcentaje era del 3%.

“A menos que se implementen programas efectivos de prevención, se calcula que en 2045 se llegará a 630 millones de pacientes con diabetes”, estima José Luis Barisani, director del Consejo Interamericano de Falla Cardíaca de la Sociedad Interamericana de Cardiología.

¿Qué pasará en Argentina? “No lo podría estimar seriamente con los números de que disponemos. No obstante, teniendo en cuenta estas cifras mundiales, se podría especular que si en Argentina hay un millón y medio de personas con diabetes, en el 2045 podrían llegar a padecer la enfermedad cerca de 2.250.000“, calcula el cardiólogo.

Con él coincide otro experto, León Litwak, endocrinólogo del Hospital Italiano y ex presidente de la Sociedad Argentina de Diabetes. Señala que ese calculo global de 630 millones “son proyecciones estadísticas, pero la realidad siempre supera los cálculos y se llega antes a las cifras”.

“Si en Argentina la prevalencia en los mayores de 18 años es de casi un 13%, eso quiere decir que cuando uno va a una cancha de fútbol o a un teatro, de cada 100 adultos, 12 o 13 son diabéticos”, grafica. Y destaca que en nuestro país la prevalencia de la diabetes aumentó casi un 50% en 12 años.

Litwak remarca que el gran problema de esta enfermedad es que va en paralelo con dos malos hábitos (“enfermedades sociales”, las define el médico), que también van en ascenso: el sedentarismo y el aumento de peso.

Tipos de diabetes

Aquí el endocrinólogo hace una diferenciación, importante para entender el escenario.

En la diabetes tipo 1 o autoinmune, el organismo pierde la posibilidad de fabricar insulina, hormona imprescindible para que la glucosa ingrese a las células, proceso clave para que las células reciban la energía necesaria para cumplir su función.

Pero el gran problema de salud pública es la tipo 2, que es además la única que se puede prevenir. Hay un componente genético y epigenético, pero el fundamental “es la cantidad de comida, el tipo de comida y el sedentarismo. Cuando llega un paciente al consultorio y me dice ‘Mire doctor que soy de buen comer’, yo empiezo a temblar”.

En la tipo 2, hay insulina pero el cuerpo se resiste a responder a ella. Y ese exceso de insulina que no actúa, se acumula en la sangre. “Para los estudiantes de medicina argentinos la insulino resistencia es fácil de entender porque se parece a la inflación: se fabrica y fabrica dinero, pero no nos alcanza: somos pobres con un montón de billetes en el bolsillo”, compara.

Los argentinos y la diabetes

La inflación de la diabetes

La causa directa de esta “inflación” son los kilos de más. “El 60% de la población tiene sobrepeso y obesidad”, suma Barisani. Hay mecanismos fisiopatológicos que actúan en la activación del sistema neuro hormonal, que se producen en la obesidad y la diabetes y generan cambios metabólicos. También refiere que hay un vínculo entre la diabetes y la hipertensión.

Pero el exceso de peso es el link entre todas las patologías. Y todas son factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular, principal causa de muerte en Argentina. La diabetes también es una de las comorbilidades que complica el pronóstico para los pacientes con Covid.

De hecho, el cardiólogo señala que muchas personas se enteran de que son diabéticas después de que hicieron un infarto.

Si bien no hay estadísticas, los especialistas reciben en sus consultorios más pacientes jóvenes. “La diabetes aparece en más temprana edad, como la enfermedad cardiovascular, el infarto. O en las mujeres: muy rara vez veíamos un infarto en una mujer premenopáusica y hoy ya no es tan extraño”, concede Barisani.

La pandemia, por supuesto, hizo lo suyo. En un año y medio de encierro los argentinos sumamos entre 3 y 8 kilos, según una encuesta de la Sociedad Argentina de Nutrición. Comimos más, nos movimos menos, el estrés y la angustia por el encierro sumaron su parte, la cuarentena pospuso los controles. Fuimos tachando casilleros para cantar “bingo”.

Barisani cree que para revertir ese oscuro pronóstico del principio de esta nota, hay que tomar decisiones individuales y decisiones a nivel nacional de salud pública que apunten a la promoción de una vida más saludable. Y los médicos vuelven a coincidir.

“La solución, más que en el Ministerio de Salud, está en el Ministerio de Educación. Tenemos que formar nuevas generaciones sanas donde el movimiento continuo con el amor al deporte sea muy grande y la enseñanza de comer saludablemente empiece en el jardín de infantes. Esto en correlación con que Salud cense más frecuente y tempranamente para distinguir a la población de riesgo”, postula Litwak.

Pero en el mientras tanto, ¿qué hacemos? Limitar el uso de las pantallas (“Lo malo de las pantallas es lo que uno deja de hacer mientras está ahí”, dice Borsani), hacer 30 minutos diarios de actividad física regular, no fumar (el tabaco es factor de riesgo para múltiples enfermedades), moderar la ingesta de alcohol, comer cinco porciones diarias de frutas y verduras.

Y, algo importante, sacar de nuestra dieta lo que no nos suma (o, mejor dicho, nos suma calorías). Como hay que buscar trucos para comer menos sodio, también para ingerir menos azúcar.

“Hay que reeducar a nuestro paladar a bajar el umbral de dulzor al que estamos acostumbrados, para poder así disfrutar del sabor natural de los alimentos”, recomienda la licenciada en Nutrición Stefanía Savoia.

Como también sucede con la sal, aconseja usar especias para aportar dulce a una infusión o un postre (canela, anís, vainilla), ralladuras de cítricos o frutas secas para darles más sabor a las preparaciones y optar por edulcorantes naturales que no aportan calorías, como stevia, sucralosa o eritritol.

Y, por último, un consejo de prevención clave, porque la diabetes es –también como la hipertensión– una enfermedad muchas veces silenciosa: el control anual con el clínico a toda edad (y con el cardiólogo para los +40) y el análisis de laboratorio que permita monitorear los niveles de azúcar en sangre y, en caso de ser necesario indicar un tratamiento, que suele combinar dieta, ejercicio y medicación.

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