Investigadores Oxford Population Health aportaron evidencia valiosa en esta área, particularmente sobre el vínculo entre las hormonas y el cáncer de próstata. Los detalles
Un nuevo estudio basado en la sangre y la genética, relaciona la testosterona y las hormonas del factor de crecimiento similar a la insulina con el cáncer de próstata agresivo por primera vez.
El cáncer de próstata es una de las principales causas de muerte por cáncer en el mundo y el segundo cáncer más común en los hombres en todo el mundo, con uno de cada ocho hombres en el Reino Unido diagnosticado con la enfermedad durante su vida.
Investigadores de la Unidad de Epidemiología del Cáncer (CEU) de Oxford Population Health han aportado evidencia valiosa en esta área, particularmente sobre el vínculo entre las hormonas y el riesgo de cáncer de próstata. Un estudio anterior asocia positivamente los niveles altos de testosterona libre (no unida a ninguna proteína) y el factor de crecimiento similar a la insulina I (IGF-I) y un mayor riesgo de cáncer de próstata. Se cree que el vínculo entre los niveles de estas hormonas y el cáncer de próstata puede deberse a su papel en la regulación del crecimiento, la función y la supervivencia de las células de la próstata.
Hasta la fecha, el número limitado de casos de cáncer de próstata dentro de los estudios de cohortes significaba que no era posible evaluar cómo el IGF-1 y la testosterona libre afectan el riesgo de diferentes tipos de cáncer de próstata, en particular las formas agresivas de la enfermedad.
No estaba claro por otra parte si estas hormonas aumentan directamente el riesgo de cáncer de próstata o si simplemente están relacionadas con un factor diferente que es la verdadera causa. También era posible que estas asociaciones fueran el resultado de una causalidad inversa, donde los síntomas preclínicos del cáncer provocaron que los niveles hormonales cambiaran antes de que se diagnosticara la enfermedad.
Para aclarar estas incógnitas, los investigadores de la CEU lideraron el estudio más grande hasta la fecha, utilizando datos de un consorcio internacional: Endogenous Hormones, Nutritional Biomarkers and Prostate Cancer Collaborative Group. Esta base de datos mundial recopila información de todos los estudios prospectivos de factores hormonales y riesgo de cáncer de próstata, y contiene más de 17 000 casos de cáncer de próstata con niveles hormonales medidos, incluidos 2300 casos agresivos y 37 000 controles. También obtuvieron datos genéticos del consorcio PRACTICAL, que contiene más de 79 000 casos de cáncer de próstata y 60 000 controles.
Los investigadores exploraron la asociación entre los niveles sanguíneos de IGF-1 y la testosterona libre y el riesgo de cáncer de próstata general, agresivo y de aparición temprana. Además, realizaron un enfoque genético conocido como aleatorización mendeliana (MR). Esto utilizó variantes genéticas que previamente se han asociado con niveles de IGF-1 y testosterona libre para investigar si aquellos con concentraciones más altas de hormonas predichas genéticamente tienen un mayor riesgo de cáncer de próstata.
La doctora Eleanor Watts (anteriormente CEU, ahora en el Instituto Nacional del Cáncer), autora principal de ambos estudios, dijo: “Este es el primer análisis que ha aplicado enfoques genéticos y basados en la sangre para investigar la asociación de estas hormonas con el riesgo de cáncer de próstata, utilizando datos de dos grandes consorcios internacionales que representan casi todos los datos disponibles a nivel mundial. Por primera vez, mostramos evidencia de que tanto el IGF-I como la testosterona libre son importantes para la enfermedad clínicamente relevante y agresiva. Estos hallazgos respaldan la necesidad de más investigación sobre los determinantes modificables de estas hormonas y sobre si las intervenciones para reducir los niveles de estas hormonas podrían reducir el riesgo de cáncer de próstata”.
Los resultados
En el análisis en sangre, los niveles de IGF-1 se asociaron positivamente con un mayor riesgo de cáncer de próstata global y agresivo. Por cada aumento de desviación estándar, el riesgo aumentó en un 9% para cada uno. Esto se confirmó en el análisis de RM: los niveles más altos de IGF-1 predichos genéticamente se asociaron con un mayor riesgo de cáncer de próstata general, agresivo y de aparición temprana. Por cada aumento de desviación estándar en IGF-1 predicho genéticamente, el riesgo aumentó en un 7 %, 10 % y 13 % respectivamente.
En el análisis de sangre, los niveles de testosterona libre se asociaron positivamente con un mayor riesgo de cáncer de próstata en general. Por cada aumento de la desviación estándar, el riesgo aumentó en un 3%.
En el estudio MR, los niveles más altos de testosterona libre predichos genéticamente se asociaron con un mayor riesgo de cáncer de próstata global, agresivo y de aparición temprana. Por cada aumento de desviación estándar en la testosterona libre, el riesgo aumentó en un 20 %, 23 % y 37 % respectivamente.
Los resultados sugieren que reducir los niveles sanguíneos tanto de IGF-1 como de testosterona libre a través de intervenciones en el estilo de vida o medicamentos puede ser una estrategia para disminuir el riesgo de cáncer de próstata. Aunque, explicaron, se necesita más investigación.
5 razones permiten sospechar un cáncer de próstata
1. Alteraciones al orinar: “no hay que esperar a tener síntomas urológicos para realizar una consulta médica. La mejor medicina es la que se anticipa y llega antes de que la enfermedad avance. Por eso, siempre insistimos en la importancia de ir al médico. Las mujeres tenemos incorporada la necesidad de realizarnos una mamografía al año, pero el hombre aún no va al urólogo, ni siquiera ante la presencia de síntomas”, sostuvo Marta Artigas, fundadora y presidenta de ACIAPO.
Las ganas frecuentes de orinar, sobre todo por la noche, la dificultad para hacerlo, el flujo débil, entre otros, son síntomas urológicos que llegan con los años y los hombres asumen erróneamente que son inevitables y que responden únicamente al paso del tiempo. Los síntomas del cáncer de próstata son distintos en cada hombre, de hecho, algunos no presentan ningún síntoma.
Fernando Romanelli, coordinador de Programas de ACIAPO, subrayó que “los médicos siempre insisten en que todas las alteraciones al orinar, incluyendo el dolor, ardor o sangrado, tienen que llamar la atención, porque pueden estar reflejando la existencia de una enfermedad urológica, que tal vez no sea cáncer, y ojalá que no, pero en cualquier caso la persona deberá pedir un turno con un urólogo, sin dejar pasar más tiempo”.
2. Otras manifestaciones urológicas: la presencia de sangre en el semen y/o el dolor al eyacular ya son un signo y un síntoma que tienen que orientar al médico en que algo está sucediendo en el sistema urinario, por lo que seguramente indicará estudios para explicar su causa.
3. Dolores: dolor persistente en la espalda, cadera o la pelvis, seguramente no sean síntomas que lo hagan pensar a uno en enfermedades prostáticas, pero si se mantienen en el tiempo, es pertinente ver a un médico para identificar el origen de esos dolores y descartar cualquier problema mayor, porque lo cierto es que podrían ser signos de una enfermedad prostática.
4. Antecedentes familiares: tener o haber tenido un familiar de primer grado con cáncer de próstata (padre o hermano) duplica el riesgo de desarrollar la enfermedad. “No es algo que deba generar alarma, pero sí la conciencia suficiente para no postergar una consulta médica. De hecho, la indicación habitual de ir al urólogo desde los 50 años se anticipa a los 45 o 40 ante la existencia de antecedentes”, insistieron desde ACIAPO.
5. Edad: tener más de 50 años incrementa el riesgo de desarrollar cáncer de próstata. El paso del tiempo es un factor de riesgo, tal vez el más contundente. Por eso, teniendo un urólogo de cabecera, uno puede conversar en cada consulta sobre qué estudio es el más conveniente realizar en cada oportunidad, ateniendo las particularidades de cada caso.
A grandes rasgos, una vez detectado el tumor, las diferentes opciones de tratamiento son la vigilancia activa, seguimiento de la evolución sin indicar un tratamiento específico, la cirugía, radioterapia, crioterapia, terapia hormonal, quimioterapia e inmunoterapia.