Al parecer hay más formas de que los tejidos blandos se conserven en el registro fósil.
El tejido cerebral es por naturaleza blando.
A diferencia de los huesos, las valvas o los dientes, es rico en grasa y se pudre rápidamente, por lo que rara vez aparece en el registro fósil.
Por eso, cuando Russell Bicknell, paleontólogo especializado en invertebrados de la Universidad de Nueva Inglaterra (Australia), observó que en la parte delantera del cuerpo de un cangrejo de herradura fosilizado había una mancha blanca en el lugar donde se encontraba el cerebro del animal, se sorprendió.
Primer plano del cerebro, el primer cerebro de cangrejo herradura fosilizado que se ha encontrado. Foto Russell Bicknell.
Una mirada más atenta reveló una excepcional huella del cerebro junto con otros trozos del sistema nervioso de la criatura.
Desenterrado del yacimiento de Mazon Creek, en el noreste de Illinois, y con una antigüedad de 310 millones de años, es el primer cerebro fosilizado de cangrejo herradura que se ha encontrado.
El Dr. Bicknell y sus colegas informaron del hallazgo el mes pasado en la revista Geology.
“Este tipo de fósiles son tan raros que si uno tropieza con uno, generalmente se queda en shock”, dijo.
“Estamos hablando de un nivel de asombro como el de una aguja en un pajar“.
El hallazgo ayuda a llenar un vacío en la evolución de los cerebros de los artrópodos y también muestra lo poco que han cambiado durante cientos de millones de años.
Otros hallazgos
La conservación de los tejidos blandos requiere condiciones especiales.
Los científicos han encontrado cerebros encerrados en resina arbórea fosilizada, más conocida como ámbar, de menos de 66 millones de años.
También han encontrado cerebros conservados como películas de carbono aplanadas, a veces sustituidas o superpuestas por minerales en depósitos de esquisto de más de 500 millones de años.
Estos depósitos incluyen cadáveres de artrópodos oceánicos que se hundieron en el fondo marino, quedaron rápidamente enterrados en el lodo y permanecieron protegidos de la descomposición inmediata en el entorno de bajo oxígeno.
Sin embargo, el cerebro fosilizado de Euproops danae, que se conserva en una colección del Museo Peabody de Historia Natural de Yale, requirió una serie de condiciones diferentes para conservarse.
Este artrópodo no era un cangrejo, sino que está estrechamente relacionado con las arañas y los escorpiones.
Preservación
El extinto cangrejo de herradura, del tamaño de un centavo, fue enterrado hace más de 300 millones de años en lo que fue una cuenca marina poco profunda y salobre.
La siderita, un mineral de carbonato de hierro, se acumuló rápidamente alrededor del cuerpo de la criatura muerta, formando un molde.
Con el tiempo, al descomponerse el tejido blando, un mineral de arcilla de color blanco llamado caolinita llenó el vacío dejado por el cerebro.
Fue este molde blanco sobre una roca de color gris oscuro lo que ayudó al Dr. Bicknell a detectar la impresión del cerebro excepcionalmente conservada.
“Este es un modo completamente diferente de preservación del cerebro”, dijo Nicholas Strausfeld, un neuroanatomista de la Universidad de Arizona que fue uno de los primeros en reportar un cerebro de artrópodo fosilizado en 2012, pero no participó en este estudio.
“Es notable”.
El cerebro del extinto Euproops mostraba una cavidad central para el paso de una sonda de alimentación y nervios ramificados que se conectarían con los ojos y las patas del animal.
El Dr. Bicknell y sus colegas compararon esta antigua estructura cerebral con la de Limulus polyphemus, una especie de cangrejo de herradura que aún se encuentra en la costa atlántica, y observaron una notable similitud.
Aunque los cangrejos herradura tienen un aspecto algo diferente por fuera, la arquitectura interna del cerebro no había cambiado realmente a pesar de estar separados por más de 300 millones de años.
“Es como si un conjunto de placas base hubiera permanecido constante a lo largo del tiempo geológico, mientras que los circuitos periféricos se han modificado de forma diversa”, dijo el Dr. Strausfeld.
Aunque el fósil de E. danae ha sido examinado en el pasado por otros investigadores por su forma y dimensiones, el cerebro, que es más pequeño que un grano de arroz, pasó desapercibido.
“Si no buscás esa característica en particular, entonces no la vas a ver”, dijo el Dr. Bicknell.
“Desarrollás una imagen de búsqueda en tu cabeza”.
Con el afortunado descubrimiento de este antiguo cerebro bien conservado, los investigadores esperan encontrar más ejemplos en otros fósiles del yacimiento de Mazon Creek.
“Si hay uno, tiene que haber más“, dijo Javier Ortega-Hernández, paleontólogo de invertebrados del Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard y coautor del estudio.