Eduardo Martí trabajaba como ordenanza en los tribunales de Villa Dolores, Córdoba. En 2019 su boleta fue la única ganadora de un pozo de 44 millones. Pero no pudo cumplir sus sueños.
Es viernes 1° de noviembre de 2019. En el salón vecinal del barrio José Hernández, en Villa Dolores, Córdoba, Eduardo Martí, de 58 años, encabeza la Quinifest, tal como definió al encuentro que organizó para celebrar los 44 millones de pesos que había ganado dos semanas antes en el Quini 6. De remera celeste y blanca a rayas horizontales, como la camiseta de Los Pumas, Martí, que trabaja como ordenanza en los tribunales de esa ciudad, baila al compás de la cumbia que toca en vivo el grupo La Kura. No sólo eso: en su pico de euforia se sube al escenario a mostrar sus virtudes con el güiro, más conocido como “rallador”. Los invitados, unos 200 entre familiares, amigos y vecinos, lo ovacionan, se deleitan con su gracia. Un rato más tarde, a las tres de la mañana, la fiesta se queda sin bebidas: como la barra es “libre”, invitación de Eduardo, se terminaron el fernet, la Coca Cola, la cerveza y… todo. Apenas sobreviven unos pocos hielos casi derretidos. Sin titubeos, Eduardo les ordena a los encargados del catering: “Hay que reponer”. La consigna es clara: los vasos no pueden estar vacíos.
Seis meses después, el 3 de mayo de 2020, en plena pandemia de coronavirus, el Toro -así era su apodo- muere de un ACV tras permanecer dos semanas internado. Los sueños que la plata del Quini mostraba cercanos quedaron sin cumplir. “El velorio fue en una sala municipal, la de la cooperativa de luz de Villa Dolores… Por protocolo, sólo estaban los familiares más directos”, cuenta hoy Carlos Alegre, ex compañero de trabajo de Martí en los tribunales.
Alegre habla con pena, como quien fue testigo de una historia de película. Es que el final de Eduardo resultó una desgracia que los millones, lejos de evitar, parecieron desencadenar, al menos según el testimonio de parte de su familia.
Descontados los impuestos, el premio de 44 millones de pesos fue, en realidad, de 30 millones. Además, como Martí jugó la boleta junto con la abogada Victoria Castellano, compañera de trabajo, embolsó 15 millones. En aquel momento eran 250 mil dólares (el billete oficial cotizaba a 60 pesos). En una cuenta del Banco de la Provincia de Córdoba el depósito se hizo sin demoras, tres semanas después de que lograra los seis aciertos.
El Toro, en su momento de popularidad por haber ganado el Quini. (Mario Quinteros).
Como parte de su cambio de estatus económico, Martí pagó algunas deudas e invirtió en un plazo fijo. Además, compró una mini van Hyundai modelo 2017 con la idea de encarar un emprendimiento: el servicio de traslado de pasajeros a distintos parajes de la zona, como Las Palomas, en San Luis.
“Estaba muy entusiasmado con ese proyecto”, sigue Alegre. “Pero no llegó a ponerlo en funcionamiento”.
-¿Y qué pasó con la mini van?
-Se la quedaron sus hijas.
Eduardo, junto a sus tres hijas. (Mario Quinteros).
El Toro tuvo tres hijas, Romina y Gabriela, mellizas, hoy de 37 años. Y Camila, de 27. Romina y Gabriela son licenciadas en recursos humanos recibidas en el Instituto Universitario Aeronáutico, una institución privada que pertenece a la Fuerza Aérea. Ambas son empleadas municipales: una trabaja en “catastro” y la otra en “rentas”. Camila, por su parte, se está por recibir de licenciada en psicomotricidad en la Universidad de Córdoba. Cada una vive por su cuenta, con su pareja. Romina tiene dos hijos; Gabriela, uno y está embarazada; y Camila espera a su primer bebé.
“Sí, la mini van está guardada en mi casa”, confirma Romina. “Para mi papá era su juguete preferido… Recuerdo el día que se la compró a un vecino y vino manejándola. Estaba fascinado… Ahora la vamos a vender…”.
Cuando murió Martí, y una vez que concretaron “el trámite sucesorio”, su esposa y sus tres hijas dividieron el dinero del plazo fijo en cuatro partes iguales. Con eso, cada una de las chicas compró un terreno. El plan es empezar a construir. “Queremos iniciar la obra de las tres casas en noviembre. Y para eso necesitamos el dinero de la chata ”, detalla Romina, que en el medio del relato se quiebra y llora. “Mi papá era todo: papá, amigo…”, se conmueve. “Todo lo hacía por nosotras. Ahora estaría muy feliz de vernos así, a punto de cumplir el sueño de la casa propia”.
La mujer del Toro, Antonia, nació en Quiles, San Luis, y trabaja como cocinera para el programa “Paicor”, que fue creado en 1984 y se encarga de darles de comer a los alumnos en las escuelas cordobesas. Con lo que le tocó en el reparto de fondos remodeló su casa de toda la vida, modesta, de una planta: arregló las filtraciones del techo, cambió la cocina y le hizo un frente de piedras. “Lo más importante fue que le puso gas natural y ya no necesita garrafas”, describe Nora Martí, la única hermana de Eduardo.
Nora, que es empleada en una fiscalía en los tribunales de Villa Dolores, recuerda al Toro y también se emociona. “Como le llevaba ocho años, más que un hermano lo consideraba un hijo…”.
-¿Siempre fue desprendido con su dinero?
-Lo que más le gustaba era ayudar… Y lo hizo siempre, antes y después de haber ganado el Quini 6. Lo heredó de mi mamá, Mercedes, que está por cumplir 95 años. Fue docente y también trabajó en acción social de la municipalidad. La querían todos. No por nada tiene 120 ahijados…
Cuando ya era millonario, Eduardo quiso hacerle algún regalo a su hermana pero ella lo frenó. “Le dije que cuando me hiciera falta algo se lo iba a comunicar”, afirma Nora, que está en pareja y tiene dos hijos, Nicolás y Milagros. “Mi mamá le respondió lo mismo que yo”.
La que recibió un obsequio interesante fue Petrona, prima de la mujer de Eduardo, que trabajaba como empleada doméstica: se quedó con el kiosco, “Lo del Toro”, que el afortunado atendía al salir de los tribunales, “en el turno tarde/noche”, en la esquina de Monseñor D’Andrea y Avenida San Martín, pleno centro de la ciudad.
Con dinero, comida o vestimenta para sus hijos, Eduardo también ayudó a varios amigos. Y le dio una mano al club del que era hincha, el Social y Deportivo Comercio de Villa Dolores: le donó 100 mil pesos. “Como retribución pusimos su nombre en nuestra camiseta”, comenta Gustavo Salvay, presidente del club.
Entre otras disciplinas, Comercio, una institución de 800 socios que pagan 300 pesos mensuales, participa en el Torneo Federal C, que es amateur y lo organiza la AFA. De casaca aurinegra, similar a la de Peñarol u Olimpo de Bahía Blanca, su “clásico rival” es Defensores del Oeste. El aporte de Martí sirvió para cubrir gastos de viajes, comida y alojamiento. “También nos quiso prestar su mini van para trasladar a los jugadores, pero no entraban todos: tiene capacidad para diez personas”, sigue Salvay, agradecido.
Su tonada confirma el lugar de origen: es bien marcada, como la de Daniel Aráoz o La Mole Moli. Además de ser el presidente de Comercio (“lo tomo como un hobby”), Salvay trabaja en una planta fraccionadora de cereales. “Martí vivía a unas siete cuadras del club. Si bien se movía en un Fiat Palio, le gustaba venir caminando. Y no se perdía ningún partido de local…”, cuenta.
-También decía que era hincha de Boca y de Belgrano.
-En Córdoba somos así: yo soy de Comercio y de River.
El Toro con sus nietas durante el festejo en el salón vecinal de Villa Dolores. (Mario Quinteros).
El papá de Eduardo, José Martí, era docente, historietista y dibujante. Y militaba en el peronismo. El Toro cursó la secundaria en la escuela “comercial” pero no la terminó. Para ganarse la vida trabajó en diferentes rubros. “Siempre estaba metido en algún proyecto. Si había una feria, él iba y vendía choripanes, lo que fuera”, suma Alegre.
En 2007, junto con más de 100 empleados, Martí fue despedido de la municipalidad. La pasó muy mal. Primero salió a vender pan con sus hijas y después lo tomaron para cosechar uva en Mendoza.
Al tiempo consiguió su puesto en los tribunales de Villa Dolores. Era uno de los seis ordenanzas del edificio de cuatro plantas. Su campo de acción estaba en el primer piso. Arrancaba a las 6.30 y terminaba a las 13.
“Ahora se nos hace muy difícil pasar por la cocina y no ver al Toro preparando el mate… Como también se destacaba de repostero, preparaba las tortas para los cumpleaños de los hijos de los empleados”, profundiza Alegre.
-¿Siguió trabajando después de haber ganado el Quini 6?
-Sí. Pidió una licencia de seis meses sin goce de sueldo. Pero le dieron sólo un mes. A eso le sumó unos días que le quedaban de vacaciones y, entonces, se tomó un descanso de un mes y medio.
-¿No pensó en renunciar?
-No, porque para jubilarse le faltaban algunos años de aportes. Además, estamos en un país un poco inestable… No se sabe qué puede pasar. Hoy podés estar muy bien económicamente y mañana cambia… Después, eso sí, cuando la pandemia obligó al distanciamiento, el Toro se quedó en su casa. Por su trabajo no podía hacer homeoffice. Su tarea era trasladar oficios, expedientes, y esas cosas…
Eduardo Martí y María Elena González, la dueña de la agencia que le vendió la boleta.
Para convertirse en millonario, Martí jugó una boleta con los números 03, 10, 11, 20, 25 y 30. A cambio de 50 pesos, la apuesta la hizo en una agencia cercana a su casa, la 081, ubicada al 800 de la Avenida España y cuya dueña es María Elena González.
El Toro estuvo a punto de quedar afuera de la jugada. Llegó a la agencia un minuto antes de que cerrara el sistema. Incluso, la empleada ya había apagado la computadora en la que se cargan las apuestas. “Le pedí que la prendiera y pude jugar”, contaría él en los días siguientes.
Según Martí, también tuvo ayuda “del cielo”. En los días previos había visto un programa de televisión en el que se contaba que el Papa había canonizado a un nuevo santo. “No me acuerdo el nombre, pero el periodista que relataba el caso decía que al nuevo santo había que pedirle deseos porque son muy milagrosos. Yo le pedí que me hiciera ganar el Quini 6″, revelaría.
En Villa Dolores fue un premio récord: en la historia de la ciudad nadie se había quedado con una cifra semejante. “Desde ahora a la agencia la vamos a llamar ‘La millonaria de Traslasierra'”, comentó exultante González, la dueña del negocio.
Cuando cobró su premio, y en agradecimiento por haberlo dejado emitir su boleta, Eduardo le regaló una moto a la empleada del local. “Cuando la chica vio que llegaba un camión para entregarle su rodado no lo podía creer”, describe Romina.
La “socia” de Martí, Victoria Castellano, que también se llevó su jugosa millonada, evitó salir en los medios. Su frase de cabecera podría haber sido así: “ante todo, perfil bajo”.
En su contacto de whatsapp, en la que se la ve sonriente, con el pelo algo revuelto y al sol, escribió una sola palabra: “Feliz”. No es para menos. Consultada por Clarín, mantiene su postura hermética y responde: “Le pido disculpas pero prefiero no hablar de ese tema…”.
Separada, con dos hijas “en edad universitaria”, Castellano trabaja como secretaria de un juzgado civil. De larga trayectoria en el Poder Judicial, también se mantuvo en su cargo: “¿Por qué dejaríamos de trabajar?”, suelta, ante la insistencia. “El trabajo dignifica, nos permite realizarnos como profesionales… En mi caso, que ejerzo una función pública, puedo ser útil a los demás… Yo jamás dejaría de trabajar. ¡El trabajo también es salud!”.
Con la boleta ganadora (La Voz).
¿Por qué Martí desplegó su flamante abundancia y Castellano fue su contracara? No hace falta ser muy perspicaz. Seguramente, para proteger su “seguridad”. ¿Pero qué tanto hay que cuidarse en esa ciudad ubicada a 185 kilómetros de la capital de Córdoba?
Villa Dolores tiene unos 50.000 habitantes. Es, como se dice, el “centro comercial” de la zona. Están los tres bancos (Nación, De la Provincia de Córdoba y Macro), las instituciones de gobierno… Los pueblos “satélites”, como San Javier y Villa de Las Rosas, se dedican al turismo.
“En Villa Dolores hay problemas de seguridad, sí, como en todas partes… Pero en general es tranquilo. Especial, porque todos se conocen”, asegura un periodista local.
“Siempre fui un seco, pero ahora tengo más amigos que nunca… Levantás una baldosa y sale un acreedor”, comentó Eduardo en la puerta del salón donde armó la Quinifest. “Siempre jugaba al Quini y les decía a mis amigos que, si ganaba, iba a hacer esta fiesta. Así que ahora estoy cumpliendo… Espero que mis amigos disfruten, que coman bien, que tomen bien y que bailen bien. Que se diviertan hasta que salga el sol. Si falta algo, me avisan y lo mando a buscar”, agregó.
“Eduardo era una persona bonachona, muy mano suelta… Un gran tipo. A veces el dinero divide a la gente, pero él unió a su familia, a sus amigos y a sus vecinos”, señala Alejandro Recalde, productor de espectáculos y amigo del Toro.
En su momento, Recalde fue el dueño de la confitería Moroco, ubicada a metros de la plaza principal de Villa Dolores. Allí, durante cinco años, Martí trabajó de lavacopas.
Como Recalde se dedicaba a la organización de eventos, su ex empleado le pidió que lo ayudara a armar la Quinifest. ¿Cuánto se gastó en la celebración? “Unos 70 mil pesos”, detalla Recalde. “De ese total, 10 mil fueron para la banda La Kura, a la que yo represento… En realidad, por sugerencia mía, Eduardo gastó la tercera parte de lo que pensaba gastar. Yo no quería que nadie me acusara de haberme aprovechado de la situación… Y fue una fiesta inolvidable…”.
¿Alguien de la familia de Martí volvió a jugar al Quini 6? “Mi mamá y mi hermana Camila siguen jugando”, comenta Romina. “Yo no. Prometí que no voy a jugar nunca más… El dinero ayuda mucho, por supuesto, pero también es mucho lo que se lleva. Mi papá se enfermó a raíz de esto… Es cierto, tenía una enfermedad de base, diabetes, no se cuidaba y no le gustaba ir al médico, siempre decía que si tenía algo era mejor no saberlo… Pero la adrenalina de lo que vivió después de haber ganado el Quini hizo que se adelantaran los tiempos…”.