Se reunieron antes del discurso presidencial. A ella le costaba asumir el fracaso. Entretelones de la charlas entre el Presidente y su vice.
Alberto Fernández y Cristina Fernández tuvieron una reunión a solas en el peor momento, en el lugar que pudieron, ambos enojados, frustrados. Humillados y ofendidos. Fue el domingo pasado por la noche. La derrota del Frente de Todos en Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) se había confirmado en los hechos.
Hasta las ocho de la noche, los líderes de la coalición de gobierno creían que, como mínimo, la precandidata de la lista de diputados de Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz, obtendría entre tres y ocho puntos porcentuales de diferencia sobre los votos de sus dos principales adversarios sumados, Diego Santilli y Facundo Manes.
Fue al revés. Ganó la oposición en el distrito donde se suponía que el PJ unido era invencible.
La marea de sufragios en contra del oficialismo se dio también en provincias emblemáticas donde los éxitos de los K solían ser cantados: Santa Cruz, Chaco, La Pampa y Entre Ríos, por poner ejemplos entre varios más.
Los Fernández debían enfrentarse a la sociedad no solo con el peor escenario electoral posible. Aunque las verdaderas elecciones generales que cambiarán el sistema de fuerzas en el Congreso (la verdadera lucha por el poder a todo o nada), serán el 14 de noviembre, el primer test del domingo shockeó a los líderes del oficialismo.
El ánimo triunfalista de la tarde, era desazón y bronca en la noche del búnker K.
Las intrigas e internas del Frente de Todos se habían desatado hacía varias semanas. Parte de la coalición K intentaba avanzar por sobre la ya relativa autonomía que tiene el Gobierno de Fernández. La vice la había planteado que debía cambiar su Gabinete. La agrupación La Cámpora no frena en su objetivo de sumar espacios en una gestión que describen como deslucida, inconexa, repleta de errores forzados y no forzados.
La derrota en las PASO aceleró en la misma noche del domingo la sensación de que el fracaso eleccionario tenía un responsable principal: el Presidente.
La reunión a solas con su vice, al mismo tiempo, transcurrió en medio de ese clima de desconfianzas y reproches múltiples.
Alberto Fernández y Cristina Kirchner, golpeados por la derrota, el domingo a la noche en el búnker del Frente de Todos.
El diálogo entre ambos Fernández tuvo el tono que suelen tener dos jefes políticos de esa estatura analizando una catástrofe electoral no esperada. A ella le costaba más que a otros asumir el fracaso. La vice estaba alterada y por momentos rabiosa, aunque con mente a la vez fría. Vivió mil elecciones en su vida.
Esa charla entre los Fernández, sin testigos, fue confirmada a Clarín por fuentes calificadas del oficialismo.
En ese encuentro, organizado de apuro en una oficina del búnker K, ella le habría enumerado a él lo que considera fueron errores que afectaron al espacio político común. Él, a ella, intromisiones en la dinámica diaria de su gestión que terminan enredando la burocracia y enfrentado a funcionarios que pertenecen a genealogías distintas de esa familia disfuncional que es el Frente de Todos. La Cámpora versus el PJ más “ortodoxo”, o “albertista”, dos identidades etéreas. La vice le habría pedido al jefe de Estado que apurara cambios en el Gabinete.
Aunque el ida y vuelta de los Fernández podría entenderse como una reunión de reproches, subida de tono, entre dirigentes que discrepan en malos términos sin poder acordar un consenso, las fuentes insisten con que fue un diálogo nervioso por razones obvias pero con objetivo común y conciliación.
“Estamos todos arriba del Frente de Todos, a todos nos tiene que ir bien y lo peor que podemos hacer es dividirnos o escalar las peleas internas que existen, por supuesto”, describió una fuente al tanto de la reunión del domingo entre Presidente y vice.
En ese encuentro de acordó que el discurso aceptando la derrota lo daría Fernández (Alberto) y que ella lo acompañaría en silencio.
La vice, cuentan quienes la vieron y hablaron con ella esa noche, estaba bajo emociones alteradas. Ansiedades y preocupaciones políticas.
Más allá de lo acordado en el cara a cara, a la medianoche, y más aún, a la mañana siguiente, los funcionarios más cercanos a ella que a él empezaron a impulsar en los medios que el Gobierno debía cambiar ministros de modo inmediato, para arrancar la nueva campaña con otro estilo y otros protagonistas.
Fernández (Alberto) resiste esa avanzada y lo hizo saber de varias maneras.
El lunes llegó a la Casa Rosada junto a la primera dama, Fabiola Yáñez (criticada en la interna K por el Olivosgate), y encabezó un anuncio junto a varios ministros. Estuvieron el de Economía, Martín Guzmán; el de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas; y el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, entre otros. Yáñez acompañó a su pareja durante esos anuncios.
Por otro lado, el titular de Trabajo convocará a una reunión para debatir una suba del Salario Mínimo, Vital y Móvil, una medida que la vice pidió que se concrete en el acto de cierre de la campaña electoral.
Los ministros mencionados son exactos los que considera Fernández (Cristina) que deben ser reemplazados.
No pasaría. Por ahora.
Alberto Fernández, rodeado de Cristina y otras figuras clave del Frente de Todos, asume el domingo la derrota en las PASO.
El mismo lunes, la vice se reunió en el Senado con el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, con su hijo Máximo Kirchner, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof.
“Fue una reunión de diagnóstico”, la describió una fuente al tanto de su contenido. Guzmán y Cafiero fueron criticados en esa otra cumbre del oficialismo.
“Hay que tener paciencia para ver qué hacemos y con quiénes“, explicó un dirigente de La Cámpora de los más destacados.
La vice estaba preocupada, entre otras derrotas, por la caída de la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, una de sus “favoritas” dentro de la militancia “camporista”.
Empezó la nueva campaña. Siguen las viejas intrigas del Frente de Todos.