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La receta de Islandia para acordar con el Fondo y salir del cepo que podría guiar a la Argentina

En las Jornadas Monetarias y Bancarias que organizó el BCRA, el gobernador del Banco Central islandés expuso su caso: desde la inflación y el colapso, hasta la estrategia de recuperación.

“¿Cómo ser una economía abierta y aún así mantenerse estable?”, es un dilema que no sólo preocupa países emergentes como la Argentina. Hace 15 años, Islandia, una de las naciones más desarrolladas del mundo tuvo que enfrentar una grave crisis bancaria que desembocó en un colapso económico y que la llevó a tomar el camino, que con sus distancias, tomara Argentina poco después: instaurar un régimen de restricciones cambiarias y solicitar ayuda al Fondo Monetario Internacional.

Islandia fue la primera economía en introducir algo similar a lo que hoy en Argentina conocemos como “cepo” y también la primera en revertir esta situación. Actualmente, el pequeño país nórdico, que posee apenas 400.000 habitantes, crece al 6,7% anual y mantiene una economía de mercado, con impuestos relativamente bajos y parte de su éxito se lo debe al superávit comercial: el país es exportador de aluminio y tiene ingresos por turismo que representan cerca del 12% de su PBI.

El miércoles, en las Jornadas Monetarias y Bancarias que organizó el BCRA, el gobernador del Banco Central islandés expuso su caso: desde la inflación y el colapso, hasta la estrategia de recuperación. Ásgeir Jónsson, que preside la autoridad monetaria de Islandia desde 2019, aseguró que su país vivió en 2008 “una crisis perfecta, incluso para América Latina”.

Antes de la caída de Leman Brothers y la crisis financiera global en aquel año, la economía islandesa convivía con una alta inflación y también con alto crecimiento: su PBI aumentaba al 5% anual y eso, según Jónsson, “parecería algo bueno pero no lo es en las perspectivas de los bancos centrales”.

Para poner en contexto Jónsson recordó que su país, la economía más pequeña dentro de la OCDE, había decidido permanecer por fuera de la Unión Europea en su formación en 1994, pero se había mantenido como miembro del área económica del bloque de países: esto implica libre comercio, libre flujo de servicios bienes capital, mano de obra.

Si bien Islandia decidió mantener su moneda, el krona o la corona islandesa, y no adoptar el euro, el banquero central destacó que entre la década de 1990 y 2008 se había dado un proceso de “eurización” de su economía. “Los créditos corporativos y de vivienda estaban valuados en euros”, explicó y también detalló que Islandia “desparramó” su sistema bancario por el resto de los países de Europa con un sólido crecimiento: los bancos islandeses representaban antes de 2008 10 veces el PBI total del país.

Del cielo al infierno

En 2002, la deuda islandesa había alcanzado las calificación crediticia más alta en la calificadora de riesgo Moody´s. El país pasó del cielo al infierno en pocas semanas. La caída de Leman Brothers puso en jaque a su sistema bancario que, a diferencia de que lo que ocurrió en otras naciones desarrolladas, era “demasiado grande para ser salvado”.

A mediados de 2008, la corona islandesa se devaluó más del 50%. Para contener la economía, en noviembre de ese año el país instauró las primeras restricciones cambiarias, que recién fueron removidas en su totalidad casi 10 años después, en 2017.

“Los controles de capital permitieron a Islandia reestructurar el sistema bancario y bajar la tasa de interés sin el riesgo de fuga de capitales o corridas bancarias”, enumeró Jónsson y agregó: “También permitieron al gobierno islandés refinanciarse a una tasa muy reducida después de la crisis”.

Sin embargo, Islandia tuvo que pagar un costo muy alto por la medida proteccionista: “El Banco Central islandés fue tratado de terrorista. Ningún país quería comerciar con nosotros. El sistema colapsó: no se puede transferir dinero a una entidad terrorista”, explicó el economista. La situación escaló rapidamente: hubo protestas en la calle y el gobierno islandés, ahogado financieramente intentó buscar ayuda, sin demasiado éxito.

Finalmente a fines de 2008, Islandia consiguió firmar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que significó el rescate de su economía y la posibilidad de mantener las restricciones cambiarias como una clave para lograr esa estabilización. La condición que impuso el organismo internacional es que “el cepo” seguiría hasta que las reservas internacionales del país crecieran lo suficiente para aportar cualquier embate”.

La llegada del FMI causó aún más descontento social y la situación de Islandia empeoró un año después. pero en 2010 el país comenzó a levantar cabeza. “Hicimos una reforma total del sistema financiero, una fuerte reducción del gasto pasamos de un país con un déficit a un fuerte superávit comercial”, enumeró Jónsson, que explicó que los ingresos de divisas aumentaron notablemente gracias a un “boom turístico”.

Islandia y Argentina: puntos en común

A pesar de las distancias de todo tipo entre Islandia y Argentina, Jónsson encontró puntos de comparación: “Nosotros también tenemos una economía basada en recursos. Exportamos tres tipos de bienes: aluminio, pesca y turismo”, dijo.

Entre las “lecciones” que dejó su crisis Jónsson remarcó la independencia que logró el Banco Central de su país, el hecho que la entidad decidió “cuidar sus reservas” con “limitadas pero estratégicas intervenciones en el mercado de cambios” para “mantener un mercado de divisas estables”. “Si el mercado de divisas no se discute, es que estamos haciendo un buen trabajo”, afirmó.

“Ninguna política monetaria tendrá éxito, al menos no a largo plazo, sin un apoyo político amplio y una política fiscal adecuada“, remarcó Jónsson, que también señaló que haber seguido el programa con el Fondo le permitió a Islandia “establecer un marco fiscal basado en reglas”, aunque “fueron interrumpidas por la crisis del Covid y han sido difíciles de reestablecer”.

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