Dos caras de una misma moneda. El equipo de Scaloni tiene al as de espadas y a un grupo que lo complementa bien. Pero el sábado debe mejorar.
Recién empieza la semifinal, la pelota se iba al lateral y significaba una salida sin problemas, con las manos. Pero De Paul corrió y evitó que se fuera. La dejó en cancha.
Otro fue el del grito de Lionel Messi cuando Lautaro convirtió el gol. Desde adentro, visceral.
Y el último, el del desahogo. No el del festejo, el del desahogo en ese cantito reclamando apoyo porque la Selección “la llevo en el corazón” y no les importa “lo que digan esos putos periodistas”.
Tres momentos, del minuto cero a la función estelar de San Martínez, en el ablande psicológico del adversario y con tres atajadas que ponen en sepia las fotos de Chiquito Romero y de Sergio Goycochea.
¿Qué marcan los gestos de De Paul y de Messi? Que el equipo quiere jugar. Que quiere ganar. ¿Y el del cantito final? Acercarse al hincha, que solo admite triunfos e inventarse enemigos que potencien el espíritu de cuerpo.
Qué saludable es esa intención de jugar. Trató la Selección, siempre en esta Copa América y en el lapso inicial del partido con Colombia. Tal vez hasta que se puso en ventaja y aparecieron otras circunstancias. La Selección no pudo jugar más. Porque Colombia en desventaja, naturalmente, salió de ese encierro inicial. Y también porque la propia Selección se fue acomodando a esperar y sacar, a sostener el 1-0. Virtud y pecado.
Qué maravilla que Messi transforme en combustible esa deuda interna que tiene con la Selección: ganar. Ganar algo grande. Haciendo números gordos, en plenitud le quedan esta Copa América y el Mundial de Qatar. La cita de 2026 está tan lejos que mejor ni pensarlo.
Qué antiguo es eso de inventarse un enemigo para fortalecerse. Marca debilidades, precisamente.
El sábado la Selección puede ser campeona. O perder con Brasil. Más allá de ese resultado, no hay que perder vista que el equipo se está haciendo. Va y viene, tiene altibajos. Campeona o vice, volverá de un aprendizaje, habrá puesto otro ladrillo en su construcción. También debe saber que reloj no se detiene.
Siempre es bueno ganar. Después llega el momento de repasar cómo se gana. La Selección estaba en ventaja desde antes de los diez minutos y define su clasificación por la endeblez anímica de los colombianos para rematar los penales y la habilidad de Martínez para contenerlos. Algo pasó en el medio para arrancar dominando y creando situaciones claras (antes del gol un cabezazo de Lautaro se había ido cerca de un palo) y cerrar la noche con tanta angustia.
Lo que pasó es lo que viene pasando. Hay una idea con problemas estructurales en su ejecución e individualidades que, a esta altura, habría que pensar si dan la talla para estar en un equipo con las aspiraciones que la historia deposita en la Selección. Juego de palabras: Hoy, y se resalta el hoy, ¿este equipo puede aspirar a esas aspiraciones?
Jugó mal la Selección, digámoslo de una vez. Fue superada durante largos lapsos por Colombia y por momentos dejó la sensación de que no sabía qué hacer. Y sin embargo pudo haber sacado más ventaja antes del empate de Díaz. Y también pudo haber perdido. ¿Qué es lo bueno de esa corta brecha entre victoria y derrota? Que en un solo partido se le puede ganar a Brasil, el sábado.
Es dificil aventurarse cómo lo haría. Si repite el equipo largo, las faltas innecesarias, las llegadas a destiempo, la falta de movilidad que le quita opciones de pase al tenedor de la pelota, sin decidir dónde recuperar ni cuando, puede ser una mala tarde. Si asume el protagonismo sin temores a jugar que denunciaba aquel gesto de De Paul, este Brasil, que es muy bueno, es ganable. Estará Neymar. También estará Messi.