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martes, octubre 15, 2024
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Narcotraficantes y santos en México: el nuevo modelo de violencia que sacude al país

La delincuencia es hoy todo menos organizada: el oligopolio de los carteles de la droga ha dado paso a un modelo fragmentado.

La capilla de Jesús Malverde, el “ángel de los pobres” y “santo” de los narcos, en Culiacán, la capital de Sinaloa, tal vez permite entender algunos de los matices de la compleja relación entre pobreza, violencia y delincuencia organizada en México.

Cada diez minutos llega una familia de vecinos peregrinos. Hacen una rápida oración y piden ayuda ante un monigote del bigotudo Malverde que –según la leyenda y tal vez la realidad– se dedicó durante 39 años a finales del siglo XIX a atracar a los ricos hacendados sinaloenses y distribuir el botín entre los pobres.

Malverde se convirtió en el principal santo de los narcos hace cuatro o cinco décadas, cuando la primera generación del Cartel de Sinaloa dejó caer que una serie de milagros les había ayudado con el lucrativo tráfico de marihuana cultivada en Sierra Madre. Muchas sinaloenses que nada tienen que ver con el cártel traen ofrendas como billetes de dólar o claveles blancos. Piden refuerzos emocionales o materiales en la lucha diaria contra la pobreza y la violencia. Algunos traen fotos de las casas o las camionetas que quieren comprar. Otros, fotos de sus seres queridos, integrantes de los casi 20.000 desaparecidos en México desde finales del 2018 (la mitad de ellos aún sin encontrar).

Uno de cada dos mexicanos ya vive en pobreza, casi diez millones más que antes de la pandemia, según encuestas del Instituto de Investigación para el Desarrollo con Equidad. El 36% pasa hambre de forma habitual y uno de cada tres dijo sufre angustia aguda por su situación económica.

Narcos y santos mexicanos. Foto: Juan Manuel Foglia

Narcos y santos mexicanos. Foto: Juan Manuel Foglia

Mientras, la violencia sigue traumatizando el país. Las ultimas masacres en Tamaulipas, en la frontera con Texas, han llevado el numero de homicidios a 15.000 en lo que va de año. Cada día se matan a 75 personas en México, la mayoría jóvenes y participantes de la delincuencia organizada. No es de extrañar, pues, que, además de la capilla de Malverde, haya en las calles de Culiacán diversos cenotafios de homenaje a narcos abatidos, así como un panteón repleto de las tumbas de miles de veinteañeros muertos.

Rezar y rezar

Rezar al santo de los narcos para aliviar el calvario provocado, en parte, por ellos mismos puede resultar contradictorio. Pero los narcos siempre han tenido una doble cariz en Sinaloa. La primera generación entendía la importancia de distribuir parte de su riqueza y así mantener el apoyo popular. Aunque el paternalismo del narco ya no es lo que era, algunos cárteles han repartido comida durante la pandemia en Michoacán y Tamaulipas.

Llovía a cántaros durante esta visita, y en Sinaloa, el estado de los once ríos, algunos recordaron los paquetes de ayuda con la firma del Chapo Guzmán que aparecían en las barriadas más pobres durante las inundaciones del 2018.

Esta doble faceta de los narcos –crueldad psicópata y generosidad selectiva– ha dado excelentes resultados a lo largo de los años. “La idolatría que despierta personajes como el Chapo Guzmán , Ismael El Mayo Zambada o Rafael Caro Quintero está fuera de toda duda”, dijo Ismael Bojórquez, director del periódico Río Doce , especializado en investigar el cártel de Sinaloa. “Cuando detuvieron al Chapo Guzmán en Mazatlá, en el 2014, miles se lanzaron a la calle para pedir su libertad”. El Chapo fue encarcelado tras un juicio hace dos años en Nueva York.

Por supuesto, todo esto no quiere decir que la gente en Culiacán esté de acuerdo con la delincuencia organizada. El rechazo ya es total. Pero hay quienes echan de menos los tiempos de cárteles todopoderosos como el de Sinaloa. Porque hoy en México la delincuencia es todo menos orga- nizada.

Narcos y santos mexicanos. Foto: Juan Manuel Foglia

Narcos y santos mexicanos. Foto: Juan Manuel Foglia

Desde la fracasada guerra contra los narcos del expresidente Felipe Calderón (2006-12), el oligopolio de los grandes cárteles ha dado paso a un modelo fragmentado de subcontratación del crimen. “Hay muchas organizaciones o células delictivas locales y regionales”, dijo Eduardo Guerrero, consultor en seguridad entrevistado en el diario Reforma .

Detrás de esas grandes guerras por las rutas del narcotráfico aparecen grupúsculos múltiples a cuál mas sádico, en una amplia gama de actividades delictivas, desde la extorsión de pequeños comercios, el tráfico de refugiados que buscan asilo en EE.UU., la exportación de metanfetaminas (cristal) y opiáceos, la venta local de cocaína o el secuestro. Controlan también negocios menos atractivos para los televidentes de Netflix; “Los chapitos (los nietos del Chapo Guzmán) han entrado en el mercado de huevos en Culiacán”, dice Bojórquez.

Pobreza y marginación

El pasado fin de semana, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, visitó dos de las rutas más disputadas por los narcos en los estados vecinos de Sinaloa y fronterizos con EE.UU.: Baja California –donde avanza Nueva Generación, el nuevo cártel Jalisco– y Sonora, donde cinco escisiones del Cartel de Sinaloa disputan las rutas de la droga.

El presidente reafirmó su mensaje central: que la delincuencia es el resultado de la marginación social de amplios segmentos de la juventud mexicana y de la falta de alternativas en la economía legal. Inauguró varios centros sociales y polideportivos así como nuevos cuarteles de la Guardia Nacional, una nueva fuerza de seguridad militarizada que el mismo creó tras asumir la presidencia a finales del 2018.

“Con una mano estamos ayudando a los jóvenes para que no sean enganchados a la delincuencia“, dijo en Tijuana en referencia a los programas federales de creación de empleo juvenil. “Con la otra, estamos creando instituciones incorruptibles (sic) como la Guardia Nacional”.

López Obrador evita el lenguaje beligerante de la guerra contra la delincuencia usado por presidentes anteriores. En octubre del 2018, cuando cientos de chapitos armados hasta los dientes tomaron las calles de Culiacán tras la detención del hijo del Chapo Guzmán, el presidente dio la orden de poner en libertad al joven narco para evitar un baño de sangre. López Obrador incluso estrechó la mano a la madre de El Chapo durante una visita a Culiacán el año pasado. Pretende reducir el numero de delitos violentos que afectan a la población civil sin declarar la guerra contra los narcos. Su eslogan electoral fue: “Abrazos y no balazos”.

Narcos y santos mexicanos. Foto: Juan Manuel Foglia

Narcos y santos mexicanos. Foto: Juan Manuel Foglia

Tras las elecciones del pasado 6 de junio afirmó que “la delincuencia organizada se portó en general bien” durante la jornada electoral, en la que el partido de López Obrador, Morena, se hizo con el gobierno de 11 nuevos estados. Esto pese a que Río Doce hubiera publicado un impactante reportaje sobre el secuestro una decena de líderes de la campaña del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Sinaloa por presuntos narcos de la banda de los chapitos. “Los narcos ayudaron a Morena a ganar en Sinaloa”, afirma Bojórquez.

Algunos analistas creen que López Obrador ya tantea adoptar un plan de “pacificación”. Ya con el poder consolidado en los estados más violentos, el plan “consistiría en negociar nuevas reglas con los distintos cárteles de droga (…) una negociación Estado-mafia”, afirma Anabel Hernández, autora de Los señores del narco . El cártel de Sinaloa sería el principal interlocutor en esta estrategia, según Hernández.“Es bastante probable que estén hablando con los de Sinaloa”, dice también Bojórquez.

La delincuencia ya está tan atomizada que los negociadores de López Obrador difícilmente encontrarían con quien pactar la paz. Es más, los delincuentes se están haciendo con las riendas de la política municipal. “Primero controlan la policía, luego recursos humanos para meter a su gente en las administraciones, luego obras públicas y tesorería”, dice Bojórquez. “Es igual que la Cosa Nostra”. Solo que no hay un padrino con quien negociar.

La otra pata del plan de López Obrador, la creación de una fuerza de ley y orden “incorruptible”, también tiene un inconveniente. Se parece a la militarización de Calderón, que acabó por disparar el número de homicidios. Ya son más de 100.000 efectivos de la Guardia Nacional en 248 cuarteles a lo ancho del país. Vehículos blindados con guardias en uniforme camuflado armados con potentes ametralladoras recorren estados como Sinaloa y Baja California. Pero “nadie se fía de ellos”, dice Bojórquez.

Hay datos que hacen pensar que las nuevas instituciones no son precisamente incorruptibles. Según un nuevo informe del Centro Prodh, ya se han producido 62 denuncias contra la Guardia Nacional por detención arbitraria, siete por tortura, 57 casos de tratos degradantes, asesinato y desaparición.

Es más, el general David Enrique Valverde, responsable de la unidad de asuntos inter-nos del cuerpo, estuvo a cargo de la vigilancia de la cárcel en Ciudad Juárez en julio del 2015. Fue el mes en el que se escapó, tras cavar un túnel, el mismísimo Chapo . Muchos creen que semejante hazaña solo fue posible gracias a la complicidad del general Valverde. A no ser que fuese un milagro de Jesús Malverde.

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