Estas contracciones dolorosas podrían ser más que simples molestias. Qué significan realmente y cómo evitar que interfieran en tu día a día con tips de especialistas en medicina deportiva
La mayoría de las personas experimentará alguna vez un calambre muscular: un dolor intenso, repentino y casi siempre inesperado. Pero su frecuencia o intensidad podría revelar más que un simple espasmo inofensivo.
Los calambres son contracciones involuntarias y dolorosas que afectan especialmente a los músculos de las piernas, como las pantorrillas, los isquiotibiales o los cuádriceps.
Pueden producirse durante la actividad física, al finalizar el ejercicio o incluso durante el sueño. Aunque suelen durar solo unos segundos o minutos, su intensidad puede ser incapacitante.

Mohamed Najjar, del Jorja Healthcare Group, explicó al medio británico The Sun que estos episodios son frecuentes y en muchos casos no tienen consecuencias, pero si se presentan con regularidad o afectan la vida cotidiana, deben ser motivo de atención.
Causas frecuentes: de la deshidratación al esfuerzo físico
La causa más habitual es el esfuerzo excesivo de los músculos, especialmente durante o después del ejercicio. También influyen otros factores, como la deshidratación o un desequilibrio de electrolitos, en especial de potasio, sodio y magnesio.
“Los calambres musculares afectan más comúnmente las piernas. Si esta es la causa, estirar los músculos y mantenerse hidratado son algunas de las mejores maneras de tratarlos. Aplicar calor o hielo también puede ayudar”, detalló Najjar a The Sun.
Otras posibles causas mencionadas incluyen compresión de nervios por lesiones en la columna, ciertos medicamentos o el embarazo lo puede generar, de acuerdo con la explicación del especialista.
Lewis Raiman, especialista en medicina deportiva y del ejercicio acreditado por Doctify, destacó que los calambres nocturnos en las pantorrillas – los gemelos- son especialmente comunes en adultos mayores y en general no representan un riesgo grave.
Qué hacer en el momento del calambre
Durante el calambre, el tratamiento más efectivo es el estiramiento suave del músculo afectado, flexionándolo en dirección contraria al espasmo. Masajear la zona también puede ayudar a relajar la musculatura y reducir el dolor.
La aplicación de calor (con una ducha tibia o una toalla caliente) puede facilitar la relajación muscular, mientras que el frío (compresas o hielo) puede disminuir la inflamación y el dolor posterior. Si el malestar persiste, se pueden tomar analgésicos de venta libre, como ibuprofeno, que ayudará a controlar la zona afectada.
Cómo prevenir los calambres
El estiramiento pasivo diario, especialmente antes de acostarse, demostró ser útil para reducir tanto la frecuencia como la intensidad de los calambres nocturnos, indicó Raiman en diálogo con The Sun.

Mantener una adecuada hidratación, especialmente si se hace ejercicio o se vive en climas calurosos, también es fundamental. A esto se suma la reposición de electrolitos con bebidas específicas que tengan los minerales necesarios, o mismo con agua.
Evitar el sobreesfuerzo físico, o modificar las rutinas de entrenamiento si los calambres aparecen de forma reiterada, son otras recomendaciones habituales.
Cuándo consultar a un médico
Raiman advirtió que hay síntomas que no deben ser ignorados. Además, insistió en que si los calambres persisten o parecen inusuales, podrían ser un síntoma temprano de una condición médica.
Entre los síntomas asociados que merecen evaluación médica mencionó los siguientes:
- Debilidad muscular
- Entumecimiento u hormigueo
- Fatiga constante
- Cambios de peso sin causa aparente
- Sed excesiva
- Micción frecuente
Estos podrían estar vinculados a diabetes, problemas tiroideos, enfermedades renales o trastornos neurológicos, advirtió el especialista.
El Dr. Najjar, por su parte, aconsejó buscar atención médica si los calambres alteran el sueño o la vida diaria, si aparecen junto con entumecimiento o hinchazón en las piernas, o si se prolongan por más de diez minutos.
En esos casos, la persistencia del dolor o su recurrencia puede ser señal de un problema subyacente que requiere diagnóstico y tratamiento especializado.