Para el Gobierno santafesino, la seguidilla se da por “un pase de facturas” entre narcotraficantes.
Carlos Argüelles ya había esquivado la muerte una vez. En enero de este año lo atacaron a balazos, pero salvó su vida milagrosamente. El hombre, de 46 años, sabía que su destino estaba marcado. Pensó, quizás, que podría esquivarlo. Pero se equivocó: el lunes le dispararon cuando se encontraba en su taller mecánico junto a su pareja y sus hijos, de 3 y 18 años. Un proyectil impactó en la cabeza y los médicos no pudieron hacer nada para salvarlo. Esta vez, los sicarios no fallaron.
La víctima era un testigo arrepentido dentro de una profunda y ardua investigación que tiene en el centro de la escena a Esteban Lindor Alvarado (42), un pesado del hampa local que durante años logró mantenerse en las sombras del delito, pero que ahora está detenido por liderar una asociación ilícita y por instigar un crimen.
Alvarado espera que avance un juicio en el que podría ser condenado a prisión perpetua. En los Tribunales Federales será juzgado además por el comercio de drogas.
Distintas pesquisas lo señalan como uno de los narcos con más peso en Rosario y en el sur santafesino. Incluso, como un rival de otro grupo que durante años manejó buena parte de ese negocio en la ciudad y a la que se conoce como “Los Monos”.
Carlos Argüelles (46).
Argüelles era mecánico. Y sus habilidades tentaron a la organización de Alvarado, que decidió sumarlo para que colabore con distintas maniobras. Reparar autos y “emponcharlos” para que circulen con apariencia legal era parte de las tareas que desarrollaba para el grupo.
El hombre ahora asesinado fue imputado y luego de permanecer un mes detenido recuperó la libertad. Decidió hablar. Contar detalles de cómo se manejaba Alvarado. Fue su sentencia de muerte.
A pesar de saber que su vida estaba en riesgo, nunca aceptó ingresar en el programa de protección de testigos. Eso lo obligaba a abandonar la ciudad, quizás hasta la provincia para ser resguardado.
Esteban Lindor Avarado (42). Foto: JUAN JOSE GARCIA.
La voz oficial
El secretario de Seguridad de Santa Fe, Germán Montenegro, atribuyó la seguidilla de crímenes a “un pase de facturas” entre narcos. Aseguró que Argüelles se manejaba “de forma autónoma, haciendo sus actividades” e incluso conjeturó “que seguía trabajando en el mundo del delito”. De esa manera intentó explicar los motivos por los que un hombre que sabía que era perseguido no aceptó cambiar su lugar de residencia.
Dos veces rechazó ser ingresado en el programa de protección. Apenas contaba con un patrullero fijo en su domicilio.
La jefa de los fiscales de Rosario, María Eugenia Iribarren, aceptó que una de las principales hipótesis por el crimen apunta a Alvarado, quien desde la cárcel de Marcos Paz pudo ordenar el ataque.
Los familiares de Elías Salinas, asesinado en Pellegrini al 5600. Foto: JUAN JOSE GARCIA.
“No olvidemos que era un imputado que declaró y brindó en una declaración reservada muchísimos detalles de cómo se manejaba Alvarado. Él integraba el núcleo duro, era muy cercano”, indicó la funcionaria judicial.
“Era consciente del riesgo que corría y no quería resignar determinadas cuestiones en su vida que lo ponían en riesgo. Era una persona particularmente difícil”, añadió Iribarren.
Otra investigación sobre una banda delictiva, encargada entre otros trabajos de ejecutar crímenes por encargo, exhibe pruebas escalofriantes del seguimiento que habían hecho a Argüelles buscando eliminarlo.
“Hoy lo mando con San Pedro” o “Este viejo hijo de puta es incansable”, plantea el sicario encargado de matarlo en uno de los mensajes que intercambia con miembros de la organización que lo contrató, el año pasado.
En un insólito reproche el hombre que lo contactó, Alejandro “Chuky Monedita” Núñez, le plantea al homicida ante un intento fallido para ejecutar a Argüelles: “Si vos te hubieras levantado a las siete de la mañana y no a las diez ya estaríamos contando la plata”.
Garay al 3500, el taller mecánico donde acribillaron al arrepentido del caso Esteban Lindor Alvarado. Foto: JUAN JOSE GARCIA.
“Cuando tomé la decisión de declarar en el futuro juicio a Alvarado, sabía a lo que me arriesgaba. Pero creo que es un acto justo declarar y que Dios me protege”, aseguró Argüelles al diario La Capital tras el ataque a balazos que sufrió en enero pasado y del que salió ileso.
Por el homicidio fueron detenidas cuatro personas, atrapadas el mismo lunes tras una persecución policial. En el interior del Volkswagen Fox en el que circulaban hallaron una bomba molotov de fabricación casera con la que, se presume, podrían incendiar el auto para no dejar rastros.
Escalada violenta
El resonante crimen de Argüelles no fue, sin embargo, el único registrado en el Gran Rosario en el comienzo de la semana. Como parte de una secuencia repetida, feroz, sangrienta e interminable, se contabilizaron seis muertes violentas en veinte horas, entre la tarde del lunes y el mediodía del martes.
Damián Rodríguez (23 años), Matías Serrano (29), Federico Rampello (25) y Elías Salinas, de quien no se confirmó edad, fueron las nuevas víctimas de una estadística brutal que eleva a 154 el número de asesinatos en 2021.
Todos fueron atacados con una modalidad extendida dentro del delito local: un auto o una moto que circula con hombres armados y desde los que se dispara contra un objetivo previamente fijado. La sombra del narcotráfico parece extenderse y rozar la mayoría de las disputas resueltas a balazos.
A Salinas lo mataron en la puerta de una rotisería que ya había sido baleada en dos oportunidades, la última el jueves pasado.
Además, de esos cinco crímenes el lunes se sumó al registro de muertes el nombre de Luis Torrén (43), hermano del defensor de Argentinos Juniors Miguel Torrén. Atacado a balazos el 25 de agosto pasado, falleció tras agonizar durante tres semanas en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca). Es el tercer hermano del futbolista al que asesinan. El primero fue ultimado en 2010 y el segundo el año pasado.
Las últimas horas sangrientas en Rosario sumaron otro episodio resonante: un nene de 4 años fue víctima el lunes de un ataque a tiros frente a su domicilio, en la zona noroeste de la ciudad. Una bala le provocó la fractura en un brazo. El martes continuaba internado, aunque su vida no corría peligro.