La invasión de la Franja de Gaza por Israel ha entrado en una nueva fase con sus fuerzas ya dentro de la urbe más importante de este territorio palestino. El ejército ocupante afronta en la ciudad de Gaza una guerra de guerrillas que puede alargar sin límite su campaña para acabar con todos los milicianos de Hamas y ejecutar la venganza israelí sobre los palestinos.

Por eso, el ministro de Asuntos Exteriores israelí, Eli Cohen, definió este miércoles la cruzada lanzada en Gaza para exterminar a Hamas como una guerra “del mundo libre” que evitará a Occidente ser “el siguiente” en caer en manos del terrorismo en expansión.

Según dijo Cohen en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas, se trata de atajar un “cáncer” que busca expandirse desde Oriente Próximo con el apoyo de potencias regionales como Irán, “el número uno del mundo en financiar el terrorismo”, aseguró el titular de Exteriores.

Irán trata de “detener la normalización y el proceso de paz que ha tenido lugar en los últimos tres años” entre Israel y el mundo árabe con los llamados acuerdos de Abraham, explicó Cohen.

Para el ministro israelí, Hamas, aliado con el grupo chií proiraní Hezbolla en el Líbano, o las fuerzas hutíes de Yemen, conforman una alianza internacional destinada a destruir ese mundo libre, con Irán como director de orquesta.

En los cálculos del Gobierno israelí no cabe la idea de que los palestinos busquen librarse del yugo impuesto durante décadas por su vecino de territorio y que la crisis desatada por el ataque de Hamas a territorio israelí del 7 de octubre, que se saldó con más de 1.400 muertos y 240 secuestrados, no hunda sus raíces en una historia de opresión étnica y rapiña territorial.

La trampa de la ciudad de Gaza

A lo que se enfrenta el ejército israelí en ciudad de Gaza, la principal localidad de la Franja, no es un mero conjunto de células terroristas internacionales, sino a una compleja organización guerrillera que ha tenido tiempo para convertir el subsuelo de esa urbe en una trampa para las fuerzas terrestres enviadas por Israel.

En este tipo de guerra asimétrica, con las milicias de Hamas pululando entre ruinas y en cualquier edificio aún en pie, todo habitante de la ciudad invadida se convierte en potencial enemigo del ejército atacante, de ahí la despiadada acción israelí que, de esta forma, no tiene que justificar las bajas que produzca entre la población civil palestina. Son muertes colaterales.

Al fin y al cabo, como dejó claro Cohen, se trata de acabar por todos los medios con los “monstruos” y “animales” de Hamas en sus madrigueras cavadas en los subterráneos de Gaza, aunque antes es preciso demoler a base de misiles y bombas de vacío los edificios que hay encima de esos túneles, habitados por cientos de miles de civiles palestinos.

Desde que Israel desató su tormenta bélica sobre Gaza tras los asesinatos masivos cometidos por los milicianos de Hamas en territorio israelí, la cifra de la venganza ha crecido inexorablemente: son ya más de 10.500 personas las asesinadas por las bombas israelíes, de ellas cerca de 4.400 niños. Además hay aún 2.250 desaparecidos entre los escombros de las viviendas bombardeadas.

La estrategia de Hamas es desperdigar sus puestos de mando y de lanzamiento de cohetes en los núcleos de población. La de Israel es ignorar que sobre esos legítimos objetivos militares crecen ciudades repletas de civiles. A la guerra asimétrica de Hamas, Israel responde con bombardeos masivos que no distinguen entre los milicianos y esos civiles.

El argumento es que Hamas utiliza a la población como un escudo humano. Sin embargo, la situación es mucho más compleja.

Un ejemplo paradigmático de guerra asimétrica

El concepto de guerra asimétrica se remonta al siglo XX, cuando fue acuñado en los años ochenta por el Pentágono. Oriente Medio ha sido uno de los escenarios donde se ha desarrollado más este tipo de conflictos, caracterizados por una profunda diferencia de capacidad militar entre dos contendientes y el recurso por el menos favorecido a medios atípicos para mantener el enfrentamiento.

Entre esos recursos figuran desde la desobediencia civil hasta la guerra de guerrillas, pasando por el terrorismo. La respuesta del bando más poderoso en esa confrontación puede variar desde el terrorismo de estado a la guerra sin cuartel, con la población civil como principal víctima del conflicto y con crímenes de guerra incluidos, como ocurre hoy día en Gaza, pero como pasó anteriormente en Vietnam, la antigua Yugoslavia, Sri Lanka, Siria, Irak, con los muyahidín de Afganistán contra los soviéticos o con los guerrilleros chechenos contra Rusia.

Los combatientes no convencionales de una guerra asimétrica no son reconocidos como militares y por tanto no están protegidos por las convenciones internacionales. Como además se confunden con la población local, es ésta la que vuelve a pagar el precio más alto.

Tras la invasión rusa de Ucrania del 24 de febrero de 2022, en los meses inmediatos y antes de la reorganización del ejército ucraniano, se produjo una respuesta bélica asimétrica a la guerra convencional lanzada por el Kremlin que evitó la derrota ucraniana en esas primeras etapas del conflicto.

Batallones independientes, aunque apoyados por la logística y los datos de inteligencia de Occidente, permitieron la resistencia ucraniana. Los drones y el uso de unidades móviles ligeras de misiles, contra tanques y vehículos blindados, fueron las armas básicas de tales acciones asimétricas ucranianas.

Gaza, escenario de guerra asimétrica

La lucha en las últimas décadas entre Hezbollá e Israel en el sur y este del Líbano es otra de estas guerras asimétricas. Ahora en Gaza ocurre algo parecido.

Israel ha completado el cerco de la ciudad de Gaza y sus efectivos avanzan por sus calles, pero, por ejemplo, sin recurrir a los tanques de manera generalizada. Protegido por cualquier ruina, un solo miliciano puede destruir el más moderno de los Merkaba israelíes.

Un puñado de varios miles de insurgentes puede poner en jaque a un ejército moderno, con un presupuesto militar anual superior a los 20.000 millones de dólares, una población de nueve millones de habitantes totalmente militarizada y con cuatro millones de potenciales soldados.

El hándicap de semejante maquinaria militar es precisamente su desmesurado tamaño y la burocracia inherente a su movilización. Por eso, tardaron tanto en entrar las primeras unidades de infantería y carros de combate israelíes en la Franja de Gaza, a pesar de que llevaban desplegadas en la frontera con este territorio palestino prácticamente desde el 7 de octubre mismo.

Y por eso mismo, emprendieron la invasión en incursiones escalonadas, para no quedar esos cientos de miles de soldados tan atascados en Gaza como las miríadas de palestinos que tratan de huir de la devastación del norte de la Franja en dirección hacia el sur y la bloqueada frontera con Egipto.

El 70% de los más de 2,2 millones de habitantes de Gaza han dejado sus hogares desde que comenzó el conflicto.

El uso del terreno por parte de las milicias de Hamas es otro ejemplo de esa guerra asimétrica. Los cientos de kilómetros de túneles que horadan Gaza suponen una forma rápida de acceder a la vez a distintas partes de un frente que es móvil y disperso. De ahí el objetivo israelí de destruir el mayor número de esas infraestructuras subterráneas.

Quizá los guerrilleros de Hamas no puedan detener al ejército israelí, pero con sus tácticas de guerra asimétrica pueden al menos retardar su avance y causarle pérdidas cuantiosas que quizá la población de Israel no esté dispuesta a asumir.

Por eso, desde que comenzó la guerra, el Estado Mayor israelí ha informado de más de 14.000 objetivos palestinos atacados por su ejército. Ha sido destruido un centenar de accesos a túneles y se han capturado más de 4.000 armas y cohetes de todo tipo, camuflados entre infraestructuras civiles.

El apoyo de la población a Hamas

Esta es otra de las características de las guerras asimétricas. En donde éstas se desarrollan, los grupos paramilitares insurgentes disponen del apoyo de un porcentaje más o menos amplio de la población, con el abastecimiento logístico, el refugio y la provisión de nuevos combatientes surgidos emocionalmente de la desolación y matanzas causadas por el enemigo.

Por ello, la ofensiva israelí va dirigida directamente contra la población civil. El objetivo primero es obliterar la resistencia de Hamas. El segundo es erradicar al mayor número posible de palestinos de sus hogares, para cortar de raíz una eventual amenaza futura.

Netanyahu reclama el control “indefinido” de Gaza

Esta semana el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lanzó un ominoso mensaje: Israel controlará “indefinidamente” la seguridad en Gaza. Esto es, Israel se erige como potencia ocupante de forma permanente, aunque eso no implique, de momento, el establecimiento de asentamientos judíos ilegales en ese territorio.

Estados Unidos ya ha señalado su rotunda oposición a que Israel reocupe Gaza una vez que la guerra termine. Así lo dejó claro el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, tras conocerse las declaraciones de Netanyahu.

También se pronunció en esa dirección el alto representante de la Unión Europea para Política Exterior, Josep Borrell, quien en una entrevista con la agencia EFE señaló este miércoles que la solución de esta crisis no debe pasar por una Gaza de nuevo en manos de Hamas, pero tampoco por “la ocupación de fuerzas israelíes” ni por su “anexión” a Israel.

Aunque tal reocupación no se produjera, con los planes de Netanyahu la Franja de Gaza, o al menos su mitad septentrional y puede que la oriental, quedaría convertida en “tierra de nadie”, en un cortafuegos militarizado, bajo el pretexto de impedir que se repita la ordalía de sangre del 7 de octubre.